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martes, 29 de mayo de 2012

"Todo lo que escondo vale más de lo que enseñas"


Puede llegar a ser increíble como cambian las cosas en un abrir y cerrar de ojos. Las mil cosas que se dicen ya sólo se piensan, y las pocas que se hacían se dejan de hacer o se cambian por hacer otras nuevas. Vivimos en rachas, en rachas de buena y mala suerte, pero se dice que la suerte es el pretexto de los fracasados y yo, de momento, no lo soy. A lo mejor no son rachas de buena y mala suerte, tal vez sólo son épocas de optimismo y pesimismo, ya que cuando todo va bien un problema cualquiera se convierte en insignificante y se llega a superar sin dificultad, sin embargo cuando algo va mal y las circunstancias se tuercen un mísero problema se puede llegar a convertir en un dilema de tamaño antagónico. Estoy convencido de que la vida ni se vive en rachas, ni en tiempo de optimismo y pesimismo, se mide en momentos; en instantes milimétricos que surgen de la nada a partir de ciertas circunstancias, gracias a los cuales aprendes a disfrutar mejor lo bueno pero también lo malo, porque aunque parezca extraño lo malo también se disfruta o al menos se aprende a disfrutar con el tiempo. 
Aquí cada uno con su egocentrismo y sus preocupaciones por sí mismo, yo, yo,yo ¡Y más yo! Está bien pensar en ti, pero de vez en cuando hay que hacerlo en los demás; no se puede pretender vivir en un océano sin mojarse, ni en un bosque sin que te piquen los mosquitos. No puedes tener miedo a dar porque un día diste y no lo valoraron, ni a esperar algo de alguien porque una vez lo esperaste y no te lo dio, y mucho menos puedes dejar de intentar algo que el corazón te dicta porque la razón te lo impide, porque el corazón es el único órgano que tiene razón y el resto intentará quitársela. Es así. No te puedes dejar llevar por instintos pero tampoco cegado por una cabeza que no permite un sólo suspiro y que niega rotundamente un sentimiento que sigue estando ahí.



Despierta, el mundo te está esperando ahí fuera.

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