Visitas

sábado, 25 de febrero de 2012

Quiero silencio, desayunar despacio, mirando al mar borrachos mientras perdemos el juicio.

Silencio. Más silencio. Y más silencio todavía. Ese silencio tan severamente profundo y oscurecido que se convierte en sonido. Ese silencio que hace eco en tus oídos. Ese silencio que hace que tus pensamientos comiencen a dar golpecitos en la cabeza para hacerte reflexionar en todo lo ocurrido durante un corto periodo de tiempo que ha marcado gran parte de tu efímera pero intensa felicidad, en la gran cantidad de momentos únicos vividos en esa escasa etapa de tu vida. Instantes de sonrisas por todo lo vivido, se convierten en lágrimas deslizándose sobre tus mejillas, sonrisas rotas por esa sensación de vacío permanente, de soledad, que no te queda más remedio que afrontar sin ayuda. Reflexiones que hacen que tu cuerpo se convierta en una guerra entre sentimientos y razón provocando una sacudida a cada uno de los músculos que forman tu ser y estremeciendo cada diminuta célula que compone tu físico. Ignoran cualquier tipo de rechazo hacia ellas, quieras o no ahí están haciéndote sufrir, enviándote retratos de esas circunstancias tan especiales vividas gracias a una gran oportunidad echada a perder que te acecha cuando menos te lo esperas. Pero cuando tus ojos vuelven a secarse… Simplemente vuelves a sonreír, porque al menos has sabido aprovechar ese corto periodo de tiempo intentando hacer feliz a la persona que hace que tiemblen tus entrañas, aunque no hayas logrado hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario