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lunes, 10 de diciembre de 2012

Vuélcate conmigo y me vierto.


       Ese chico se está deshaciendo al compás de las manos de aquella pianista; su melodía no desafina y el hilo musical hace que se pierda el violín de fondo.
       Ese chico no sonríe para nadie más, desentona demasiado para no ser diferente. Todos ven algo en él pero pocos son capaces de apreciarlo; no puede disimular no haber pillado a su orgullo en Bentley vigilando su azotea, vestido de traje, con la tristeza como compañera de viaje y la indiferencia despidiéndose pañuelo en mano.
       Una vida repleta de frases sin acabar y demasiados paréntesis, las manos arañadas de plantar rosas y recoger espinas y un saco de malas costumbres que solo la avaricia podría romper.

      Queda poco que decir desde que ese violín encontró su piano.





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